1 |
Y ellos, los dioses, sentados junto a Zeus hablaban en asamblea |
2 |
en el dorado pavimento, y entre ellos la venerable Hebe |
3 |
escanciaba néctar; y ellos con las copas doradas |
4 |
brindaban unos con otros, hacia la ciudad de los troyanos mirando. |
5 |
Enseguida, el Cronida trató de provocar a Hera |
6 |
con palabras mordaces, hablando maliciosamente: |
7 |
“A dos de las diosas tiene Menelao como defensoras, |
8 |
a Hera argiva y a la alalcomeneida Atenea, |
9 |
pero he aquí que ellas, sentadas lejos, mirándolo |
10 |
gozan; a aquel, en cambio, la risueña Afrodita |
11 |
siempre lo asiste y a él lo defiende de la muerte: |
12 |
incluso ahora lo rescató cuando pensaba que moriría. |
13 |
Pero, bueno, la victoria es de Menelao, caro a Ares; |
14 |
y en cuanto a nosotros, deliberemos sobre cómo serán estas acciones, |
15 |
si de nuevo la mala guerra y la horrible lucha |
16 |
impulsaremos, o arrojaremos entre ambos bandos la amistad. |
17 |
Y si acaso a todos les resultara esto querido y dulce, |
18 |
bueno, que siga habitada la ciudad del soberano Príamo, |
19 |
y de vuelta conduzca a la argiva Helena Menelao.” |
20 |
Así habló, y ellas murmuraron, Atenea y Hera - |
21 |
se sentaban ellas lado a lado, y meditaban males para los troyanos -. |
22 |
Atenea, por cierto, estuvo en silencio y no dijo nada, |
23 |
enojada con su padre Zeus, y la tomaba una ira salvaje; |
24 |
mas a Hera no le contuvo la ira el pecho, sino que dijo: |
25 |
“Cronida, infeliz, ¿qué es esta palabra que dijiste? |
26 |
¿Cómo querés hacer infructuoso mi esfuerzo e incompleto, |
27 |
y el sudor que sudé con fatiga, y se me cansaron los caballos |
28 |
reuniendo al pueblo, males para Príamo y sus hijos? |
29 |
Hacelo, mas no te lo aprobamos todos los demás dioses.” |
30 |
Y le dijo, muy amargado, Zeus, que amontona las nubes: |
31 |
“Condenada, ¿qué cosa a vos Príamo y de Príamo los hijos |
32 |
te hicieron, cuáles males, que te esforzás empecinadamente |
33 |
en saquear la bien edificada ciudad de Ilión? |
34 |
¿Si yendo vos hacia las puertas y las grandes murallas |
35 |
consumieras crudos a Príamo y de Príamo a los hijos |
36 |
y a los demás troyanos, entonces calmarías tu ira? |
37 |
Hacé como quieras; no sea que esta riña en adelante |
38 |
resulte para vos y para mí en una gran disputa entre ambos. |
39 |
Y otra cosa te voy a decir y vos arrojala en tus entrañas: |
40 |
cuando también yo, ansiando saquear una ciudad, |
41 |
quiera esa donde vivan varones queridos por vos, |
42 |
de ningún modo obstruyas mi ira, sino déjame; |
43 |
pues yo te lo di a vos voluntariamente, contra la voluntad de mi ánimo, |
44 |
pues las que bajo el sol y el estrellado firmamento |
45 |
están habitadas, las ciudades de los hombres terrenos, |
46 |
entre ellas era la más honrada en el corazón por mí la sagrada Ilión |
47 |
y Príamo y el pueblo de Príamo, de buena lanza de fresno, |
48 |
pues nunca a mi altar le faltó igual parte del banquete, |
49 |
ni libación ni el aroma de grasa; pues ese es el botín que nos corresponde.” |
50 |
Y luego le respondió Hera venerable, la de ojos de buey: |
51 |
“Tres ciudades son, en verdad, por mucho las más queridas para mí, |
52 |
Argos, Esparta y Micenas de anchas calles; |
53 |
a esas arrasalas cuando te sean más detestables en el corazón; |
54 |
delante de ellas yo no me paro ni te estorbo, |
55 |
pues aunque me disguste y no te deje arrasarlas, |
56 |
nada lograré disgustándome, ya que sin duda sos muy superior. |
57 |
Pero es necesario también no hacer mi esfuerzo incompleto, |
58 |
pues también yo soy un dios, y mi raza es de allí, de donde la tuya, |
59 |
y me engendró la mayor Crono de retorcido ingenio, |
60 |
por ambas cosas, por linaje y porque tu esposa |
61 |
soy llamada, y vos gobernás entre todos los inmortales. |
62 |
Pero, bueno, sometámonos en estas cosas uno al otro, |
63 |
a ti yo y vos a mí, y nos seguirán los demás dioses |
64 |
inmortales; mas vos cuanto antes comandá a Atenea |
65 |
que vaya hacia la horrible lucha de los troyanos y los aqueos, |
66 |
para que intente que los troyanos a los ensoberbecidos aqueos |
67 |
empiecen primero a dañar contra los juramentos.” |
68 |
Así habló, y no desobedeció el padre de varones y dioses; |
69 |
y enseguida le dijo a Atenea estas aladas palabras: |
70 |
“Ve de inmediato hacia el ejército, entre los troyanos y los aqueos, |
71 |
e intenta que los troyanos a los ensoberbecidos aqueos |
72 |
empiecen primero a dañar contra los juramentos.” |
73 |
Habiendo hablado así alentó a la ya desde antes ansiosa Atenea, |
74 |
que bajó desde las cumbres del Olimpo de un salto. |
75 |
Como envía una estrella el hijo de Crono de retorcido ingenio, |
76 |
o para marineros o para un vasto ejército de tropas portento |
77 |
brillante, y muchas chispas saltan de ella, |
78 |
semejante a esta saltó hacia la tierra Palas Atenea, |
79 |
y bajó en el medio; y el asombro tomaba a los que lo veían, |
80 |
a los troyanos domadores de caballos y a los aqueos de buenas grebas; |
81 |
y así alguno decía, mirando a otro a su lado: |
82 |
“¡Sin duda una mala guerra y una horrible lucha de vuelta |
83 |
habrá, o amistad entre los dos bandos pondrá |
84 |
Zeus, que es el dispensador de la guerra entre los hombres!” |
85 |
Así, claro, decía alguno de los aqueos y de los troyanos. |
86 |
Y ella se sumergió en la turba con la apariencia de un varón troyano, |
87 |
de Laódoco Antenórida, poderoso lancero, |
88 |
buscando a Pándaro igual a los dioses, por si acaso lo encontraba. |
89 |
Encontró al insuperable y fuerte hijo de Licaón |
90 |
parado, y estaban en torno a él las fuertes filas de escudadas |
91 |
tropas, las que lo siguieron desde las corrientes del Esepo; |
92 |
y parándose cerca le dijo estas aladas palabras: |
93 |
“¿Acaso, como creo, me harías caso, aguerrido hijo de Licaón? |
94 |
¿Te atreverías a arrojar a Menelao un rápido dardo? |
95 |
Conseguirías para todos los troyanos alegría y gloria, |
96 |
y entre todos en especial para el rey Alejandro. |
97 |
¡De este obtendrías brillantes regalos el primero de todos, |
98 |
si viera al belicoso Menelao, hijo de Atreo, |
99 |
por tu saeta doblegado, marchando a la dolorosa pira! |
100 |
Pero, ¡vamos!, dispara al excelso Menelao, |
101 |
haz voto a Apolo nacido de loba, famoso arquero, |
102 |
de hacer una renombrada hecatombe de los corderos nacidos primero |
103 |
cuando regreses a casa, hacia la sagrada ciudad de Zelea.” |
104 |
Así habló Atenea, y las entrañas le persuadió al insensato. |
105 |
Enseguida extrajo el arco pulido de cabra adulta |
106 |
salvaje, esa a la que alguna vez él mismo, acertándole en el torso |
107 |
cuando saltaba de una piedra, esperándola al acecho, |
108 |
había herido en el pecho; y ella de espaldas cayó en una piedra. |
109 |
Sus cuernos eran de dieciséis palmos desde la cabeza, |
110 |
y un artesano pulidor de cuernos trabajándolos los ajustó, |
111 |
y allanando bien todo le puso en las puntas un dorado gancho; |
112 |
y lo puso bien sobre la tierra tensándolo, |
113 |
combándolo, y delante sus escudos tenían los nobles compañeros, |
114 |
para que no se levantaran los belicosos hijos de los aqueos |
115 |
antes de que él hiriera al belicoso Menelao, hijo de Atreo. |
116 |
Mientras, él extrajo la tapa del carcaj, y sacó un dardo |
117 |
nunca lanzado, alado, soporte de negros dolores; |
118 |
y pronto disponía sobre la cuerda la amarga flecha, |
119 |
y hacía voto a Apolo nacido de loba, famoso arquero, |
120 |
de hacer una renombrada hecatombe de los corderos nacidos primero |
121 |
cuando regresara a casa, hacia la sagrada ciudad de Zelea. |
122 |
Tiró tomando a la vez de las muescas y de la bovina cuerda; |
123 |
llevó la cuerda a su tetilla, y al arco el hierro. |
124 |
Pero después de que tensó el gran arco hasta un círculo, |
125 |
crujió el arma, gritó fuerte la cuerda y saltó la flecha |
126 |
puntiaguda, ansiando volar entre la turba. |
127 |
Y de ti, Menelao, no se olvidaron los dioses bienaventurados, |
128 |
los inmortales, y primera la hija de Zeus conductora del pueblo, |
129 |
que delante tuyo parándose apartó la aguda saeta. |
130 |
Ella la alejó de tu piel un poco, como cuando una madre |
131 |
aleja de su hijo una mosca, cuando se acuesta con dulce sueño, |
132 |
y ella misma a su vez la enderezó hacia donde los broches del cinturón, |
133 |
dorados, se juntaban, y le salió al encuentro una coraza doble; |
134 |
y cayó en el ajustado cinturón la amarga flecha. |
135 |
Pasó, claro, a través del labrado cinturón, |
136 |
y presionó a través de la muy labrada coraza |
137 |
y del cinto, que llevaba como defensa de la piel, cerco de las jabalinas, |
138 |
lo que más lo preservó; y fue también a través de este. |
139 |
El extremo de la flecha, claro, raspó la piel del hombre; |
140 |
y enseguida corrió una negra nube de sangre desde la herida. |
141 |
Como cuando una mujer tiñe el marfil con púrpura |
142 |
meonia o caria, para que sea ornamento para el hocico de los caballos; |
143 |
y yace en el tálamo, y lo reclaman muchos |
144 |
conductores de carros para llevarlo, mas yace como ofrenda para un rey, |
145 |
doble: adorno para el caballo y para el conductor gloria; |
146 |
de tal modo a ti, Menelao, se te teñían de sangre los muslos |
147 |
bien formados y las canillas, y los bellos tobillos debajo. |
148 |
Se turbó luego, claro, el soberano de varones Agamenón, |
149 |
cuando vio la negra sangre fluyendo desde la herida; |
150 |
y se turbó también el mismo Menelao, caro a Ares; |
151 |
mas cuando vio que el cordel y las barbas estaban fuera, |
152 |
se le reunió de vuelta el ánimo en el pecho. |
153 |
Y entre ellos gimiendo profundamente dijo el poderoso Agamenón, |
154 |
tomando de la mano a Menelao, y gemían con él los compañeros: |
155 |
“Querido hermano, ¡degollé juramentos para tu muerte |
156 |
al ponerte solo frente a los aqueos a combatir con los troyanos! |
157 |
Así te hirieron los troyanos, y pisotearon las ofrendas juramentales. |
158 |
¡NO, no es infructuoso el juramento y la sangre de los corderos, |
159 |
las libaciones sin mezclar y las diestras en las que habíamos confiado! |
160 |
Pues es así: incluso aunque el Olímpico enseguida no lo cumpla, |
161 |
lo cumple, aunque más tarde, y con gran precio pagan, |
162 |
con sus propias cabezas, sus mujeres y sus hijos; |
163 |
pues yo sé esto bien en mis entrañas y en mi ánimo: |
164 |
habrá un día, alguna vez, en el que perecerá la sagrada Ilión |
165 |
y Príamo y el pueblo de Príamo, de buena lanza de fresno, |
166 |
y sobre ellos Zeus Cronida de alto trono habitante del cielo, |
167 |
él mismo agitará la tenebrosa égida, sobre todos, |
168 |
resentido por este engaño. Estas cosas no quedarán incompletas; |
169 |
pero tendré un horrible sufrimiento por ti, ¡oh, Menelao!, |
170 |
si mueres y completas tu parte de vida. |
171 |
Y como el más reprochable volvería a la muy sedienta Argos, |
172 |
pues enseguida se acordarán los aqueos de la tierra patria; |
173 |
y dejarían como trofeo para Príamo y los troyanos |
174 |
a la argiva Helena; y tus huesos pudrirá el campo, |
175 |
yaciendo en Troya con el trabajo incompleto. |
176 |
Y alguno de los muy altivos troyanos dirá así, |
177 |
saltando sobre el túmulo del excelso Menelao: |
178 |
‘Ojalá de este modo cumpla con su ira en todas las cosas Agamenón, |
179 |
como también ahora condujo aquí un infructuoso ejército de los aqueos, |
180 |
y encima marchó hacia la querida tierra patria |
181 |
con las naves vacías, abandonando al noble Menelao.’ |
182 |
Así alguna vez dirá alguno, y entonces que me trague la vasta tierra.” |
183 |
Y le dijo, dándole ánimo, el rubio Menelao: |
184 |
“Anímate, y de ningún modo acobardes al pueblo de los aqueos; |
185 |
no se clavó en un punto vital el agudo dardo, sino que antes |
186 |
me preservó el muy centelleante cinturón, y debajo |
187 |
el faldón y el cinto, que hicieron con cansancio varones broncistas.” |
188 |
Y respondiendo le dijo el poderoso Agamenón: |
189 |
“¡Ojalá sea así, oh, querido Menelao! |
190 |
Mas que un médico palpe la herida y aplique |
191 |
pócimas, que hagan cesar los negros dolores.” |
192 |
Dijo, y se dirigió al divino heraldo Taltibio: |
193 |
“Taltibio, cuanto antes llama aquí a Macaón, |
194 |
el hombre hijo de Asclepio, médico insuperable, |
195 |
para que vea al belicoso Menelao, jefe de los aqueos, |
196 |
al que disparando hirió alguno, versado en el arco, |
197 |
de entre los troyanos o los licios, fama para él, pesar para nosotros.” |
198 |
Así habló, y, claro, no desobedeció el heraldo al escucharlo, |
199 |
y se echó a andar por el pueblo de los aqueos vestidos de bronce, |
200 |
escrutando por el héroe Macaón; y lo vio |
201 |
parado, y estaban en torno a él las fuertes filas de escudadas |
202 |
tropas, las que lo siguieron desde Trica criadora de caballos; |
203 |
y parándose cerca le dijo estas aladas palabras: |
204 |
“Arriba, Asclepíada, te llama el poderoso Agamenón, |
205 |
para que veas al belicoso Menelao, hijo de Atreo, |
206 |
al que disparando hirió alguno, versado en el arco, |
207 |
de entre los troyanos o los licios, fama para él, pesar para nosotros.” |
208 |
Así habló, y a él, claro, se le conmocionó el ánimo en el pecho; |
209 |
y se echó a andar entre la turba, por el vasto ejército de los aqueos. |
210 |
Pero en el momento en que llegaron donde el rubio Menelao |
211 |
estaba herido, y en torno a él se reunieron cuantos eran los mejores |
212 |
en círculo, él en el medio se paró a su lado, el hombre igual a un dios, |
213 |
y enseguida sacó del ajustado cinturón la flecha; |
214 |
y al extraerla de vuelta se rompieron las agudas barbas; |
215 |
y le soltó el muy centelleante cinturón, y debajo |
216 |
el faldón y el cinto, que hicieron con cansancio varones broncistas. |
217 |
Pero una vez que vio la lesión, donde cayó la amarga flecha, |
218 |
tras succionar la sangre, sobre ella, conocedor de benévolas pócimas, |
219 |
las aplicó, las que alguna vez a su padre le dio Quirón por amistad. |
220 |
Mientras ellos atendían a Menelao de buen grito de guerra, |
221 |
avanzaron las columnas de los troyanos portadores de escudos; |
222 |
y ellos de nuevo se pusieron las armas, y recordaron su bélica lujuria. |
223 |
Entonces no verías al divino Agamenón adormecido, |
224 |
ni acurrucándose, ni no queriendo combatir, |
225 |
sino con muchísima prisa yendo al combate que glorifica varones. |
226 |
Pues dejó los caballos y el carro adornado con bronce; |
227 |
y a ellos los retuvo apartados, resoplantes, su servidor, |
228 |
Eurimedonte, hijo de Ptolomeo Piraída; |
229 |
a este le ordenó con insistencia estar cerca cada vez que a él |
230 |
le tomara los miembros el cansancio al comandar a muchos; |
231 |
él, por su parte, estando a pie, recorría las columnas de varones; |
232 |
y, claro, a los que veía apurándose de los dánaos de rápidos corceles, |
233 |
a esos los envalentonaba mucho, parándose al lado, con estas palabras: |
234 |
“Argivos, de ningún modo abandonen el impetuoso brío; |
235 |
pues el padre Zeus no será protector de mentirosos, |
236 |
sino que ellos primero dañaron los juramentos, |
237 |
de ellos, en verdad, la delicada piel devorarán los buitres, |
238 |
mientras que nosotros sus queridas esposas y sus niños pequeños |
239 |
conduciremos en las naves, después de capturar la ciudad.” |
240 |
Y, a su vez, a los que veía abandonando la abominable guerra, |
241 |
a esos los regañaba mucho con iracundas palabras: |
242 |
“¡Argivos fanfarrones, despreciables, ¿no les da vergüenza? |
243 |
¿Por qué están parados así, estupefactos, como cervatillos, |
244 |
que después de que se cansan corriendo por mucha llanura |
245 |
se paran, y, claro, ya en las entrañas no tienen brío? |
246 |
Así ustedes están parados estupefactos y no combaten. |
247 |
¿Acaso esperan que los troyanos lleguen donde las naves |
248 |
de buenas popas están varadas, sobre la orilla del mar gris, |
249 |
para ver si les tiende a ustedes la mano el Cronión?” |
250 |
Así aquel, comandando, recorría las columnas de varones, |
251 |
y llegó junto a los cretenses, moviéndose por el tropel de varones, |
252 |
y ellos alrededor del aguerrido Idomeneo se armaban: |
253 |
Idomeneo, entre las primeras filas, igual en brío a un jabalí, |
254 |
y Meriones, claro, alentaba por él a las últimas falanges. |
255 |
Viéndolos se alegró el soberano de varones Agamenón, |
256 |
y enseguida a Idomeneo le habló con dulces palabras: |
257 |
“Idomeneo, a vos te honro por encima de los dánaos de rápidos corceles, |
258 |
tanto en la guerra como en toda clase de acciones, |
259 |
como en el banquete, siempre que refulgente vino señorial |
260 |
los mejores de los argivos mezclamos en crateras, |
261 |
pues aunque otros aqueos de largos cabellos |
262 |
beban su parte, tu copa siempre llena |
263 |
está, como la mía, para beber cuando el ánimo lo ordene. |
264 |
Así que lanzate a la guerra, y sé como antes te jactabas de ser.” |
265 |
Y le contestó a su vez Idomeneo, caudillo de los cretenses: |
266 |
“Atrida, yo para ti un compañero muy leal |
267 |
voy a ser, como al principio prometí y asentí. |
268 |
Pero alienta a los demás aqueos de largos cabellos, |
269 |
para que rápidamente combatamos, ya que deshicieron los juramentos |
270 |
los troyanos: ellos muerte y angustias en adelante |
271 |
tendrán, ya que primero dañaron los juramentos.” |
272 |
Así habló, y el Atrida prosiguió con el corazón alegre; |
273 |
y llegó junto a los Ayantes, moviéndose por el tropel de varones, |
274 |
y ellos dos se equipaban, y los seguía una nube de infantes. |
275 |
Como cuando desde un mirador un cabrero ve una nube |
276 |
avanzando sobre el mar por el rugido del Céfiro, |
277 |
y a él, que está lejos, negrísima como alquitrán |
278 |
le parece al venir sobre el mar, y trae mucha tormenta, |
279 |
y viéndola se turba, y empuja su rebaño dentro de una caverna; |
280 |
de tal manera junto a los Ayantes, de lozanos hombres nutridos por Zeus |
281 |
se movían, compactas, hacia la destructora guerra las falanges, |
282 |
oscuras, erizadas de escudos y de picas. |
283 |
Viéndolos de nuevo se alegró el soberano de varones Agamenón, |
284 |
y hablándoles dijo estas aladas palabras: |
285 |
“Ayantes, líderes de los argivos vestidos de bronce, |
286 |
a ustedes - pues no corresponde alentarlos - nada les ordeno; |
287 |
pues ustedes dos comandan mucho al pueblo a combatir con fuerza. |
288 |
Ojalá, padre Zeus y también Atenea y Apolo, |
289 |
tal ánimo hubiera en todos los pechos: |
290 |
entonces pronto se inclinaría la ciudad del soberano Príamo |
291 |
bajo nuestras manos, conquistada y arrasada.” |
292 |
Habiendo hablado así, los dejó allí mismo, y marchó hacia los demás; |
293 |
entonces aquel halló a Néstor, claro orador de los pilios, |
294 |
disponiendo y alentando a combatir a sus compañeros, |
295 |
alrededor del gran Pelagonte, Alástor y Cromio, |
296 |
Hemón poderoso y Biante, pastor de tropas: |
297 |
primeros a los conductores de carros, con los caballos y los vehículos, |
298 |
y detrás paró a los infantes, muchos y además nobles, |
299 |
para ser un cerco de la guerra; y a los peores los empujó al medio, |
300 |
para que, incluso no queriéndolo alguno, guerrearan por necesidad. |
301 |
Y comandó primero a los conductores de carros, pues a estos les ordenó |
302 |
retener a sus caballos y no agitar a la turba, |
303 |
“y que nadie, confiado en el arte de guiar carros y su valentía, |
304 |
solo, delante de los demás, ansíe combatir con los troyanos, |
305 |
ni retroceda; pues seréis más débiles. |
306 |
Y aquel varón que desde su vehículo llegue a otro carro, |
307 |
adelántese con la pica, ya que sin duda así es mucho mejor. |
308 |
De ese modo también los antiguos arrasaron ciudades y murallas, |
309 |
teniendo este pensamiento y este ánimo en el pecho.” |
310 |
Así los alentaba el anciano, de antaño versado en la guerra. |
311 |
Viéndolo de nuevo se alegró el soberano de varones Agamenón, |
312 |
y hablándole dijo estas aladas palabras: |
313 |
“Oh, anciano, ojalá como el ánimo en tu querido pecho, |
314 |
así fueran tus rodillas, y tuvieras la fuerza firme, |
315 |
pero te agobia la igualadora vejez. ¡Ojalá algún |
316 |
otro de los varones la tuviera, y vos estuvieras entre los más jóvenes!” |
317 |
Y luego le respondió Néstor, jinete gerenio: |
318 |
“Atrida, yo mismo querría también muchísimo |
319 |
ser así como cuando maté al divino Ereutalión, |
320 |
pero jamás los dioses dan todas las cosas juntas a los hombres; |
321 |
si alguna vez fui joven, ahora ya me acompaña la vejez. |
322 |
Pero aun así entre los conductores de carros estaré y les daré órdenes, |
323 |
con consejos y palabras; pues ese es el botín de los ancianos. |
324 |
Lanceen las lanzas los más jóvenes: ellos que yo |
325 |
son más lozanos y tienen confianza en su fuerza.” |
326 |
Así habló, y el Atrida prosiguió con el corazón alegre. |
327 |
Encontró al hijo de Peteo, Menesteo, fustigador de caballos, |
328 |
parado, y alrededor estaban los atenienses, instigadores del clamor; |
329 |
mientras que él estaba parado cerca, el muy astuto Odiseo, |
330 |
y junto a él las no débiles columnas de los cefalenios alrededor |
331 |
estaban paradas; pues aun no les escuchaba la tropa el clamor, |
332 |
sino que recién se movían marchando a la vez las falanges |
333 |
de los troyanos domadores de caballos y de los aqueos, y ellos, esperando, |
334 |
estaban parados, hasta que otro muro de los aqueos avanzando |
335 |
a los troyanos acometiera y diera comienzo a la guerra. |
336 |
Y viéndolos los regañó el soberano de varones Agamenón, |
337 |
y hablándoles dijo estas aladas palabras: |
338 |
“¡Oh, hijo de Peteo, rey nutrido por Zeus, |
339 |
y vos, sobresaliente en malas argucias, ventajero! |
340 |
¿Por qué acurrucándose están apartados y esperan a los demás? |
341 |
A ustedes les corresponde, estando entre los primeros, |
342 |
pararse y hacer frente al abrasador combate, |
343 |
pues los primeros también me escuchan para el banquete, |
344 |
cada vez que para los ancianos preparamos un banquete los aqueos. |
345 |
Entonces les es querido comer la carne asada y las copas |
346 |
de vino dulce como la miel beber mientras quieren ambos; |
347 |
y ahora verían con gusto hasta que diez muros de los aqueos |
348 |
delante de ustedes combatieran con el inclemente bronce.” |
349 |
Y, por supuesto, mirándolo fiero le dijo el muy astuto Odiseo: |
350 |
“Atrida, ¿qué palabra se te escapó del cerco de los dientes? |
351 |
¡¿Cómo decís que abandonamos la guerra?! Cuando los aqueos |
352 |
contra los troyanos domadores de caballos despertemos al agudo Ares, |
353 |
verás, si quieres y si estas cosas te importan, |
354 |
al querido padre de Telémaco mezclado con las primeras filas |
355 |
de los troyanos domadores de caballos; lo que decís es vano como el viento.” |
356 |
Y sonriéndole dijo el poderoso Agamenón, |
357 |
como supo que estaba enojado; y se retractó él de sus palabras: |
358 |
“Laertíada del linaje de Zeus, Odiseo de muchos recursos, |
359 |
ni te regaño de más ni te doy órdenes, |
360 |
pues sé que tu ánimo en el querido pecho |
361 |
sabe de intenciones amables, pues pensás lo mismo que yo. |
362 |
Pero ve, y más tarde haremos las paces, si algo malo ahora |
363 |
se dijo, y todas estas cosas hagan los dioses que se las lleve el viento.” |
364 |
Habiendo hablado así, los dejó allí mismo, y marchó hacia los demás; |
365 |
y encontró al hijo de Tideo, a Diomedes de inmenso ánimo, |
366 |
parado en sus caballos y en su ensamblado carro; |
367 |
y junto a él estaba parado Esténelo, hijo de Capaneo. |
368 |
Y viéndolo lo regañó el soberano de varones Agamenón, |
369 |
y hablándole dijo estas aladas palabras: |
370 |
“¡Ahhh…! ¡Hijo del aguerrido Tideo domador de caballos! |
371 |
¿Por qué te acurrucás, por qué contemplás la franja de tierra de la guerra? |
372 |
A Tideo no le era querido quedarse así acurrucándose, |
373 |
sino combatir a los enemigos muy por delante de los queridos compañeros, |
374 |
como dicen los que lo vieron esforzándose, pues yo |
375 |
ni le salí al encuentro ni lo vi; mas dicen que sobrepasaba a los demás. |
376 |
Pues en verdad sin guerra llegó a Micenas, |
377 |
como huésped, con Polinices igual a los dioses, conduciendo la tropa; |
378 |
ellos entonces estaban en campaña contra los sagrados muros de Tebas, |
379 |
y, claro, suplicaban mucho que les diéramos renombrados aliados; |
380 |
y querían dárselos ellos y aprobaban lo que solicitaban; |
381 |
pero Zeus los hizo darse vuelta mostrando signos fatídicos. |
382 |
Y ellos, después de que se fueron y avanzaron por el camino, |
383 |
y llegaron al Asopo de altos juncos y herboso lecho, |
384 |
allí entonces los aqueos dispusieron como mensajero a Tideo. |
385 |
Él, por su parte, fue, y encontró a muchos cadmeos |
386 |
banqueteando en la morada de la fuerza eteoclea. |
387 |
Allí, ni aun siendo un huésped, Tideo, conductor de carros, |
388 |
se atemorizó, estando solo entre muchos cadmeos, |
389 |
sino que él los desafiaba a competir, y en todo vencía |
390 |
fácilmente; tal auxiliar era para él Atenea. |
391 |
Ellos, irritados, los cadmeos fustigadores de caballos, |
392 |
mientras regresaba prepararon una densa emboscada, conduciendo |
393 |
a cincuenta jóvenes; y dos eran los líderes, |
394 |
Meón Hemónida, semejante a los inmortales, |
395 |
y el hijo de Autófono, Licofontes, de furor guerrero. |
396 |
Tideo también a estos arrojó un obsceno sino: |
397 |
mató a todos, y solo a uno envió de vuelta a casa - |
398 |
a aquel Meón envió, haciendo caso a los portentos de los dioses. |
399 |
Tal era Tideo el etolio; pero el hijo |
400 |
resultó peor que él en el combate, y mejor en la asamblea.” |
401 |
Así habló, y nada le dijo el fuerte Diomedes, |
402 |
respetando la crítica del rey respetable; |
403 |
mas le respondió el hijo del excelso Capaneo: |
404 |
“Atrida, no digas mentiras sabiendo cosas ciertas: |
405 |
¡nosotros nos jactamos de ser mucho mejores que nuestros padres! |
406 |
Nosotros incluso el asiento de Tebas de siete puertas tomamos, |
407 |
conduciendo una tropa menor bajo un muro más valiente, |
408 |
confiando en los portentos de los dioses y en la ayuda de Zeus; |
409 |
y aquellos perecieron por su terquedad; |
410 |
por eso nunca nos pongas en igual honra que a nuestros padres.” |
411 |
Y, por supuesto, mirándolo fiero le dijo el fuerte Diomedes: |
412 |
“Quedate en silencio, che, y hacé caso a mis palabras, |
413 |
pues yo no me indigno con Agamenón, pastor de tropas, |
414 |
que alienta a combatir a los aqueos de buenas grebas; |
415 |
pues a él lo seguirá la gloria si los aqueos |
416 |
a los troyanos destrozan y toman la sagrada Ilión, |
417 |
mas a él también gran pesar, siendo destrozados los aqueos. |
418 |
Así que, ¡ea, vamos!, también nosotros reparemos en el impetuoso brío.” |
419 |
Dijo, claro, y del carro con las armas saltó al suelo; |
420 |
y tremendamente aulló el bronce sobre el pecho del soberano |
421 |
al lanzarse, y hasta al más atrevido lo habría sobrecogido el miedo. |
422 |
Así como cuando en la resonante playa la ola del mar |
423 |
es lanzada sin parar por el movimiento del Céfiro - |
424 |
primero en el ponto se encrespa, pero luego |
425 |
rompiendo sobre la tierra brama fuerte, y alrededor de las cimas |
426 |
jorobada se alza, y la salada espuma escupe -, |
427 |
así entonces sin parar se movían las falanges de los dánaos, |
428 |
sin pausa hacia la guerra; y daba órdenes a los suyos cada uno |
429 |
de los líderes; y los demás iban callados, y no dirías |
430 |
que tanta tropa los seguía reteniendo en los pechos su voz, |
431 |
en silencio temerosos de sus señores; y alrededor de todos |
432 |
las magníficas armas relumbraban, las que vistiendo se encolumnaron. |
433 |
Los troyanos, así como las ovejas de un varón muy rico en el corral |
434 |
se paran incontables al ser ordeñadas de la blanca leche, |
435 |
incesantemente balando al escuchar la voz de los corderos, |
436 |
así el griterío de los troyanos se elevaba por el vasto ejército, |
437 |
pues no era igual el habla de todos ni uno el idioma, |
438 |
sino que se mezclaban las lenguas, y venían de muchos lugares los varones. |
439 |
A unos los impulsaba Ares, a los otros Atenea de ojos refulgentes, |
440 |
y el Terror y el Espanto y la Discordia con un ansia insaciable, |
441 |
hermana y compañera de Ares, matador de varones, |
442 |
la que primero se encrespa pequeña, pero luego |
443 |
su cabeza se eleva al cielo y marcha sobre la tierra; |
444 |
ella también entonces les arrojó igualadora riña en el medio, |
445 |
yendo hacia la turba, aumentando el lamento de los varones. |
446 |
Ellos, en el momento en que llegaron a un mismo terreno juntándose, |
447 |
entrechocaron los cueros, y con ellos las picas y el furor de los varones |
448 |
de corazas de bronce; y los escudos repujados |
449 |
se acercaron unos a otros, y se elevó un enorme estruendo, |
450 |
y entonces a la vez sollozos y gritos de triunfo salían de varones |
451 |
matando y muriendo, y fluía con sangre la tierra. |
452 |
Así como cuando los ríos invernales, fluyendo desde los montes |
453 |
hacia una confluencia, entrechocan su agua imponente, |
454 |
desde grandes manantiales, de dentro de un hueco barranco, |
455 |
y lejos de ellos escucha el ruido en los montes el pastor, |
456 |
así de aquellos mezclándose surgían los alaridos y el espanto. |
457 |
Antíloco el primero sometió a un varón troyano portador de casco, |
458 |
al noble Equépolo Talisíada, entre los combatientes delanteros; |
459 |
a este lo hirió primero en la cimera del casco de crin de caballo |
460 |
y se clavó en la frente, y cruzó, claro, hacia dentro del hueso |
461 |
la broncínea punta, y la oscuridad cubrió sus ojos, |
462 |
y se desplomó como una torre en la fuerte batalla. |
463 |
A él, caído, lo tomó de los pies el poderoso Elefenor, |
464 |
el Calcodontíada, jefe de los esforzados abantes, |
465 |
y lo arrastró lejos de las saetas, decidido, para rápidamente |
466 |
despojarlo de las armas; mas le resultó corto su impulso, |
467 |
pues viéndolo llevarse el cadáver el esforzado Agenor, |
468 |
sus costillas, que al inclinarse estaban expuestas junto al escudo, |
469 |
golpeó con el asta de bronce, y aflojó sus miembros. |
470 |
Así a él lo abandonó el ánimo, y sobre él se produjo un trabajo |
471 |
duro de troyanos y de aqueos; y ellos como lobos |
472 |
se arrojaron unos sobre otros, y varón a varón exterminaba. |
473 |
Entonces al hijo de Antemón hirió Áyax Telamonio, |
474 |
al lozano mancebo Simoesio, al que alguna vez su madre |
475 |
bajando del Ida junto a las riberas del Simoente |
476 |
engendró, después de que siguió a sus padres para vigilar el rebaño; |
477 |
por esto lo llamaban Simoesio; mas a sus padres |
478 |
queridos no retribuyó la crianza, y de corto tiempo su vida |
479 |
resultó, doblegado por la lanza del esforzado Áyax, |
480 |
pues, cuando iba primero, lo hirió en el pecho junto a la tetilla |
481 |
derecha; y completa a través del hombro la broncínea pica |
482 |
pasó; y él cayó al suelo en el polvo como un álamo |
483 |
de los que a la vera de un gran pantanal brotan, |
484 |
liso, mas le brotan ramas en lo más alto; |
485 |
a este un varón fabricante de carros con fulgurante hierro |
486 |
lo corta, para curvarlo en llanta para un bellísimo carro; |
487 |
este, secándose, yace junto a las riberas del río. |
488 |
De tal modo al Antemida Simoesio abatió |
489 |
Áyax del linaje de Zeus; y a él Ántifo de coraza centelleante, |
490 |
el Priamida, entre la turba le disparó la aguda lanza. |
491 |
A este le erró, mas él a Leuco, noble compañero de Odiseo, |
492 |
lo hirió en la ingle, cuando hacia el otro lado arrastraba un cadáver; |
493 |
se desplomó alrededor de este, y el cadáver se le cayó de la mano. |
494 |
Odiseo se irritó mucho en su ánimo por la muerte de este, |
495 |
y marchó entre las primeras filas recubierto con refulgente bronce, |
496 |
y se paró yendo muy cerca, y disparó la lanza reluciente |
497 |
tras escrutar a su alrededor; y los troyanos se replegaron |
498 |
ante el varón que disparaba; y él no lanzó un tiro infructuoso, |
499 |
sino que a un hijo bastardo de Príamo hirió, a Democoonte, |
500 |
que le llegó desde Ábido, de junto a las veloces yeguas. |
501 |
A aquel Odiseo, irritado por su compañero, hirió con la lanza |
502 |
en el temporal, y esta cruzó a través de la otra sien, |
503 |
la broncínea punta, y la oscuridad cubrió sus ojos, |
504 |
y retumbó al caer, y sobre él resonaron las armas. |
505 |
Y retrocedieron las primeras filas y el ilustre Héctor; |
506 |
y los argivos gritaron fuerte y se llevaron los cadáveres, |
507 |
y fueron derecho muy hacia delante; y se indignó Apolo, |
508 |
contemplándolos desde Pérgamo, y exhortó bramando a los troyanos: |
509 |
“Arriba, troyanos domadores de caballos, no cedan la bélica lujuria |
510 |
a los argivos, ya que no es piedra su piel ni hierro |
511 |
como para el bronce que corta la piel soportar al ser alcanzados. |
512 |
¡No, ni Aquiles, hijo de Tetis de bellos cabellos, |
513 |
pelea, sino que en las naves mastica cólera, dolor para el ánimo.” |
514 |
Así habló desde la ciudad el tremendo dios; por su parte, a los aqueos |
515 |
los impulsaba la hija de Zeus, la gloriosísima Tritogenia, |
516 |
yendo hacia la turba, donde los veía abandonando. |
517 |
Entonces la moira amarró a Diores Amarincida, |
518 |
pues con una roca dentada fue herido junto al tobillo, |
519 |
en la canilla derecha; lo hirió el caudillo de los varones tracios, |
520 |
Piro Imbrácida, ese que había llegado desde Eno. |
521 |
Ambos tendones y los huesos la descarada piedra |
522 |
trituró de raíz; y él de espaldas en el polvo |
523 |
cayó, estirando ambas manos hacia sus queridos compañeros, |
524 |
exhalando el ánimo; y él se acercó corriendo, el que lo había herido, |
525 |
Piro, y junto al ombligo lo golpeó con la lanza, y, claro, todas |
526 |
las tripas se derramaron al suelo, y la oscuridad cubrió sus ojos. |
527 |
A él, cuando arremetía, el etolio Toante lo hirió con la lanza |
528 |
en el pecho sobre la tetilla, y el bronce se clavó en un pulmón; |
529 |
fue junto a él Toante, y la pica imponente |
530 |
le arrancó del pecho; sacó la aguda espada, |
531 |
y lo golpeó él en el medio del estómago, y le quitó la vida. |
532 |
Mas no le removió las armas, pues se pararon alrededor sus compañeros, |
533 |
los tracios de pelo en la coronilla, teniendo las largas picas en las manos. |
534 |
Ellos a él, aunque era grande y fuerte y admirable, |
535 |
lo echaron lejos de sí; y él fue sacudido al retirarse. |
536 |
Así ellos dos en el polvo uno junto al otro quedaron tendidos, |
537 |
uno, por cierto, de los tracios, y otro de los epeos vestidos de bronce |
538 |
líderes; y muchos otros alrededor se mataban. |
539 |
Entonces un varón metiéndose en la acción ya no la criticaría, |
540 |
alguno que todavía no alcanzado ni herido por el agudo bronce |
541 |
circulara por el medio, y lo condujera Palas Atenea |
542 |
teniéndolo de la mano, mientras lo resguardara del impulso de las saetas, |
543 |
pues muchos de los troyanos y de los aqueos en aquel día |
544 |
de bruces en el polvo uno junto al otro quedaron tendidos. |