1 Así ellos, ya refugiados en la ciudad como cervatillos,
2 el sudor se secaban y bebían y calmaban su sed,
3 apoyados en los bellos parapetos; por su parte, los aqueos
4 iban cerca de la muralla, apoyando sus escudos en sus hombros;
5 mas a Héctor la destructiva moira lo amarró para que esperara allí,
6 enfrente de Ilión y de las puertas Esceas;
7 por su parte, al Peleión le dijo Febo Apolo:
8 “¿Por qué, hijo de Peleo, con tus rápidos pies me persigues a mí,
9 un dios inmortal, siendo tú mortal? ¡A mí todavía no
10 me reconociste, que soy un dios, y te esfuerzas empecinadamente!
11 ¡Sin duda no te preocupan nada los troyanos, a los que espantaste,
12 esos que por ti fueron arrinconados en la ciudad, y tú te desviaste aquí!
13 ¡No me matarás, ya que no estoy destinado a morir por tu mano!”
14 Y le dijo, muy amargado, Aquiles de pies veloces:
15 “Me embromaste, tú, que obras de lejos, el más destructivo de todos los dioses,
16 acá, ahora, desviándome lejos de la muralla; sin duda aun muchos
17 habrían mordido la tierra antes de llegar a Ilión.
18 Y ahora a mí me arrebataste una gran gloria, y a ellos los salvaste
19 fácilmente, ya que no temiste para nada un castigo futuro.
20 Sin duda te haría pagar, si estuviera en mí el poder.”
21 Habiendo hablado así marchó con gran ímpetu hacia la ciudad,
22 yendo a toda prisa, así como un caballo ganador con su carro,
23 de esos que corren ligeramente, esforzándose por la llanura;
24 así Aquiles movía velozmente sus pies y rodillas.
25 A él lo vio el anciano Príamo el primero con sus ojos,
26 apresurándose por la llanura, resplandeciente como la estrella,
27 aquella que sale a mitad del verano, y conspicuos sus rayos
28 aparecen entre muchas estrellas en lo más oscuro de la noche,
29 a la que llaman con el nombre de perro de Orión.
30 La más brillante es ella, aunque un mal signo constituye,
31 y trae mucha fiebre a los miserables mortales;
32 así brillaba el bronce de aquel en torno a su pecho mientras corría.
33 Gimió el anciano, y se golpeó este la cabeza con las manos,
34 levantándolas hacia arriba, y gimiendo mucho exclamó
35 suplicando a su querido hijo; mas él enfrente de las puertas
36 se había parado, con un ansia insaciable por combatir con Aquiles;
37 a este el anciano lastimosamente le dijo extendiendo las manos:
38 “Héctor, no esperes, por favor, hijo querido, a ese varón,
39 solo, lejos de los demás, no sea que encuentres demasiado pronto tu sino,
40 por el Peleión doblegado, ya que sin duda es muy superior,
41 inclemente; ojalá él fuera tan querido por los dioses
42 como por mí: pronto lo devorarían los perros y los buitres,
43 tirado; sin duda se alejaría este horrible sufrimiento de mis vísceras.
44 Él de muchos y nobles hijos me ha dejado privado,
45 matándolos y vendiéndolos en islas distantes;
46 pues incluso ahora a dos de mis niños, a Licaón y Polidoro,
47 no puedo ver entre los troyanos arrinconados en la ciudad,
48 a los que parió para mí Laótoe, poderosa entre las mujeres.
49 Pero si están vivos en el ejército, sin duda luego
50 los liberaremos a cambio de bronce y oro, pues los hay en casa;
51 pues una gran dote mandó con su hija el anciano Altes de famoso nombre.
52 Y si ya han muerto y están en las moradas de Hades,
53 el dolor es para mi ánimo y para su madre, que los engendramos;
54 mas para el resto del pueblo un dolor de más corta vida
55 habrá, si no mueres tú también, por Aquiles doblegado.
56 Así que entra en la muralla, hijo mío, para que salves
57 a los troyanos y a las troyanas, y no concedas una gran gloria
58 al Pelida, y tú mismo seas despojado de la querida vida.
59 De mí, de este desdichado aun en sus cabales, compadécete,
60 del desventurado, al que el Padre Cronida en el umbral de la vejez
61 en un duro destino hará perecer, habiendo visto muchos males,
62 a mis hijos asesinados y arrastradas a mis hijas,
63 y devastados los tálamos, y los niños pequeños
64 arrojados hacia la tierra en la horrible batalla,
65 y arrastradas las nueras por las destructivas manos de los aqueos.
66 Y de mí mismo, el último, ante las primeras puertas los perros
67 carnívoros tironearán - luego que alguno con el agudo bronce
68 golpeándome o asaeteándome arrebate la vida de mis miembros -,
69 esos que alimentaba a la mesa del palacio, guardianes de las puertas,
70 ellos, mi sangre habiendo bebido, cebadísimos en su ánimo,
71 estarán tirados en los pórticos. Todo sienta bien en un joven,
72 tras ser asesinado por Ares, desgarrado por el agudo bronce,
73 estar tirado: todo es bello, incluso muerto, lo que se muestra;
74 pero cuando la cabeza gris y la barba gris
75 y las vergüenzas de un anciano asesinado mancillan los perros,
76 ¡eso es lo más lamentable para los miserables mortales!”
77 Dijo el anciano, y, claro, se tomaba los grises cabellos con las manos,
78 arrancándolos de su cabeza; pero no le persuadía el ánimo a Héctor.
79 Y su madre, a su vez, del otro lado se lamentaba, vertiendo lágrimas,
80 soltando el pliegue de su vestido, y con la otra mano sostenía un seno;
81 y vertiendo lágrimas le dijo estas aladas palabras:
82 “Héctor, hijo mío, ten respeto por esto y compadécete de mí,
83 de esta, si alguna vez sostuve para ti este seno que alivia las penas;
84 de estas cosas acuérdate, hijo querido, y aparta a ese destructivo varón
85 estando dentro de la muralla, y no te pares allí como campeón,
86 inclemente; pues si te mata, yo a ti ya no
87 te lloraré en tus lechos, querido retoño, al que yo misma parí,
88 ni tu esposa de muchos dones; y a ti, muy lejos de nosotras dos,
89 junto a las naves de los argivos, te devorarán los rápidos perros.”
90 Así los dos le decían llorando a su querido hijo,
91 suplicando mucho, mas no le persuadían el ánimo a Héctor,
92 sino que este esperaba al aterrador Aquiles, que se acercaba
93 Así como una serpiente montaraz en su agujero espera a un varón,
94 atiborrada de malos venenos, y la invade una ira horrible,
95 y espantosamente brillan sus ojos, enroscada en su agujero,
96 así Héctor, teniendo un furor inextinguible, no se retiraba,
97 tras apoyar su reluciente escudo sobre la prominente torre;
98 y amargado, claro, le habló a su ánimo de corazón vigoroso:
99 “¡Ay de mí! Si atravieso las puertas y las murallas,
100 Polidamante el primero me cubrirá de reproches,
101 que me ordenó conducir a los troyanos hacia la ciudad
102 en esa destructiva noche, cuando se levantó el divino Aquiles.
103 Pero yo no le hice caso. ¡Mucho más ventajoso habría sido!
104 Y ahora, ya que perdí al pueblo por mi terquedad,
105 me avergüenzo ante los troyanos y las troyanas de largos peplos,
106 no sea que alguna vez alguno, uno peor que yo, diga:
107 ‘Héctor, confiando en su fuerza, perdió al pueblo.’
108 Así dirán; y entonces para mí mucho más ventajoso sería
109 ir de frente, para o volver habiendo matado a Aquiles
110 o ser destruido por este, ante la ciudad, con buena fama.
111 ¿Y si depongo el repujado escudo
112 y el sólido casco, y apoyando la lanza sobre la muralla,
113 yendo yo mismo voy frente al insuperable Aquiles,
114 y le prometo a Helena y los bienes junto con ella,
115 todas las cosas cuantas Alejandro en las cóncavas naves
116 condujo hacia Troya, y a la que fue el principio de la riña,
117 para dárselas a los Atridas para que las lleven, y con los aqueos en dos
118 distribuir las otras cosas, cuantas tiene ocultas esta ciudad…?
119 A los troyanos, a su vez, más tarde les tomaré señorial juramento:
120 no esconder nada, sino todas las cosas dividir por la mitad,
121 los bienes que la deseable ciudad contiene dentro.
122 ¿Pero por qué mi querido ánimo discurre sobre estas cosas?
123 Yo no acudiré a él encaminándome, y él de mí no se compadecerá,
124 ni me respetará en nada, y me matará estando descubierto,
125 así, como a una mujer, después que me quite las armas.
126 De ningún modo es posible ahora desde la encina ni desde la piedra
127 charlar con él de las cosas que una doncella y un muchacho,
128 que una doncella y un muchacho charlan el uno con el otro.
129 Mejor, en cambio, lanzarnos juntos a la disputa cuanto antes:
130 veamos a cuál de los dos el Olímpico le concede el triunfo.”
131 Así cavilaba esperando, y le llegó cerca aquel, Aquiles,
132 igual a Enialio, guerrero de centelleante casco,
133 sacudiendo el fresno del Pelión bajo el hombro derecho,
134 tremendo; y a su alrededor el bronce relumbraba como el destello
135 ora del ardiente fuego ora del naciente sol.
136 A Héctor, cuando lo vio, lo tomó un temblor; y, claro, ya no aguantó
137 esperar allí, y dejó atrás las puertas, y corrió espantado;
138 y el Pelida arremetió, confiado en sus raudos pies.
139 Como el halcón en los montes, el más ágil de las aves,
140 fácilmente se abalanza sobre una trémula paloma,
141 y ella sale espantada, y él de cerca chillando agudamente
142 una y otra vez se arroja, y su ánimo le ordena que la capture,
143 así, en efecto, aquel volaba derecho, enardecido, y Héctor se escapó,
144 bajo la muralla de los troyanos, y movía velozmente sus rodillas.
145 Ellos junto al mirador y la higuera ventosa
146 más y más lejos de la muralla y por el camino de carros se apresuraban,
147 y llegaban a dos fuentes de bellas corrientes; allí manantiales
148 dobles del turbulento Escamandro brotan.
149 El uno, pues, fluye con agua cálida, y alrededor el humo
150 surge de él como del ardiente fuego;
151 y el otro en verano fluye semejante al granizo,
152 o a la nieve fría o al hielo formado de agua.
153 Allí, junto a aquellos, hay cerca anchos lavaderos,
154 bellos, de piedra, donde los radiantes vestidos
155 solían lavar las esposas de los troyanos y sus bellas hijas,
156 antes, en la paz, antes de que llegaran los hijos de los aqueos.
157 Por ahí corrieron los dos, uno huyendo y el otro persiguiendo detrás;
158 delante uno noble huía, y lo perseguía uno mucho mejor
159 velozmente, ya que ni por una víctima de sacrificio ni por una piel de buey,
160 que son los premios en las carreras a pie de los varones, competían,
161 sino que corrían por la vida de Héctor domador de caballos.
162 Así como cuando en torno a la meta solípedos caballos ganadores de premios
163 galopan a toda velocidad, y el gran premio está expuesto,
164 o un trípode o una mujer, en honor de un hombre muerto,
165 así ellos dos tres veces en torno a la ciudad de Príamo giraron
166 con sus veloces pies; y todos los dioses los miraban;
167 y entre ellos comenzó a hablar el padre de varones y dioses:
168 “¡Ay, ay! ¡A un querido varón perseguido en torno a la muralla
169 veo con mis ojos! Y se lamenta mi corazón
170 por Héctor, que para mí muchos muslos de bueyes quemó
171 en las cimas del Ida de muchas ondulaciones, y otras veces también
172 en lo más alto de la ciudadela; y ahora a él, en cambio, el divino Aquiles
173 lo persigue en torno a la ciudad de Príamo con rápidos pies.
174 Pero, ¡vamos!, deliberen, dioses, y mediten
175 si lo salvaremos de la muerte, o si ya
176 lo doblegaremos, siendo noble, por medio del Pelida Aquiles.”
177 Y le dijo en respuesta la diosa Atenea de ojos refulgentes:
178 “¡Oh, padre, rayo brillante, nube negra, qué dijiste!
179 ¿A un varón, que es mortal, hace tiempo marcado por el destino,
180 querés librar por completo de la lastimosa muerte?
181 Hacelo, mas no te lo aprobamos todos los demás dioses.”
182 Y respondiendo le dijo Zeus, que amontona las nubes:
183 “Animate, Tritogenia, hija querida; para nada con el ánimo
184 resuelto hablo, y quiero ser benévolo contigo;
185 actúa tal como tengas en el pensamiento, y ya no te detengas.”
186 Habiendo hablado así alentó a la ya desde antes ansiosa Atenea,
187 que bajó desde las cumbres del Olimpo de un salto.
188 Y a Héctor hostigándolo empecinadamente se dirigía el veloz Aquiles.
189 Así como cuando a un cervatillo en los montes un perro aleja de la cierva,
190 expulsándolo de su lecho, a través de hondonadas y a través de laderas;
191 y este, aunque aquel se le oculte acurrucándose bajo un arbusto,
192 aun así olfateando corre firme hasta que lo encuentra,
193 así Héctor no se le ocultaba al Peleión de pie veloz.
194 Y cuantas veces se lanzó hacia las puertas Dardanias,
195 de frente, para saltar bajo las bien construidas torres,
196 por si acaso desde arriba lo resguardaban con saetas,
197 tantas veces a él anticipándose antes lo hizo volverse
198 hacia la llanura; y él mismo volaba siempre del lado de la ciudad.
199 Así como en un sueño no se puede perseguir al que huye,
200 ni puede, claro, uno del otro escaparse ni el otro perseguirlo,
201 así uno al otro no podía prenderlo con sus pies, ni el otro evadirlo.
202 ¿Cómo habría escapado Héctor de los espíritus de la muerte,
203 si por postrera y última vez no le hubiera salido al encuentro Apolo
204 de cerca, que le estimulaba el furor y las veloces rodillas?
205 A las tropas les negaba con la cabeza el divino Aquiles,
206 y no dejaba que lanzaran sobre Héctor amargas saetas,
207 no fuera que alguno consiguiera gloria disparándole, y él llegara segundo.
208 Pero cuando por cuarta vez alcanzaron las fuentes,
209 en ese momento el padre desplegó la dorada balanza,
210 y en ella puso a dos espíritus de la muerte de largas penas,
211 el uno de Aquiles, el otro de Héctor domador de caballos,
212 y tiró tomándola del medio; y se inclinó el día fatal de Héctor,
213 y se fue hacia el Hades, y lo abandonó Febo Apolo.
214 Y hacia el Peleión fue la diosa Atenea de ojos refulgentes,
215 y parándose cerca le dijo estas aladas palabras:
216 “Ahora sí espero que nosotros dos, caro a Zeus, ilustre Aquiles,
217 llevaremos hacia las naves una gran gloria para los aqueos,
218 tras destrozar ambos a Héctor, aunque sea insaciable de combate.
219 A él ahora ya no le es posible lograr escaparse de nosotros
220 ni si muchísimo sufriera Apolo, el que obra de lejos,
221 retorciéndose frente al padre Zeus portador de la égida.
222 Pero vos ahora parate y respirá, y a ese yo para ti
223 yendo, lo persuadiré de que combata frente a frente.”
224 Así habló Atenea, y él le hizo caso, y se alegró en su ánimo,
225 y, claro, se paró, apoyado en el fresno de punta de bronce.
226 Y ella a él lo dejó, y alcanzó al divino Héctor,
227 asemejándose a Deífobo en el cuerpo y en la inquebrantable voz;
228 y parándose cerca le dijo estas aladas palabras:
229 “¡Hermano, sin duda mucho te fuerza el veloz Aquiles,
230 persiguiéndote en torno a la ciudad de Príamo con rápidos pies!
231 Pero, ¡ea, vamos!, parémonos y resguardémonos esperándolo.”
232 Y le dijo en respuesta el gran Héctor de centelleante casco:
233 “¡Deífobo, sin duda para mí antes eras por mucho el más querido
234 de los hermanos que Hécabe y Príamo engendraron como hijos!
235 Y ahora todavía más pienso honrarte en mis entrañas,
236 tú que te atreviste por causa mía - una vez que me viste con tus ojos -
237 a salir de la muralla, y los demás adentro esperan.”
238 Y le dijo en respuesta la diosa Atenea de ojos refulgentes:
239 “¡Hermano, sin duda mucho nuestro padre y nuestra venerable madre
240 suplicaban uno tras otro a mis rodillas, y alrededor, los compañeros,
241 que me quedara allí! Pues de tal manera están aterrados todos;
242 pero dentro mi ánimo me agobiaba con luctuoso pesar.
243 Y ahora, lancémonos de frente a combatir, y en absoluto de lanzas
244 haya ahorro, para que sepamos si Aquiles,
245 matándonos a los dos, llevará los sangrientos despojos
246 a las huecas naves, o si acaso será doblegado por tu lanza.”
247 Habló así, y con astucia lo condujo Atenea;
248 Y ellos, en cuanto estuvieron cerca yendo uno sobre otro,
249 le dijo primero el gran Héctor de centelleante casco:
250 “Ya no, hijo de Peleo, me espantarás, como hasta ahora
251 tres veces en torno a la gran ciudad de Príamo hui, y entonces no me atreví
252 a esperarte mientras te acercabas; ahora, en cambio, me incita el ánimo
253 a pararme frente a ti: mataré acaso, o acaso seré conquistado.
254 Pero, ¡vamos!, pongamos aquí a los dioses; pues ellos los mejores
255 testigos serán, y guardianes de los acuerdos;
256 pues yo no te ultrajaré terriblemente, si a mí Zeus
257 me da aguante y arrebato tu vida;
258 sino que después que te despoje de las renombradas armas, Aquiles,
259 devolveré tu cadáver a los aqueos, y así hazlo tú también.”
260 Y, por supuesto, mirándolo fiero le dijo Aquiles de pies veloces:
261 “Héctor, a mí no me hables, maldito, de convenios;
262 así como no son posibles entre leones y varones confiables juramentos,
263 ni los lobos y los corderos tienen un ánimo concorde,
264 sino que piensan males todo el tiempo unos para otros,
265 así no es posible que vos y yo seamos amigos, ni tampoco entre nosotros dos
266 habrá juramentos, no antes de que cayendo uno de los dos
267 sacie de sangre a Ares, guerrero de escudo de cuero.
268 Recurrí a todas tus cualidades; ahora te es muy necesario
269 ser combativo y también intrépido guerrero.
270 Ya no tenés escapatoria, y al punto a ti Palas Atenea
271 te doblegará con mi pica; y ahora todas juntas las pagarás,
272 las angustias de mis compañeros, que mataste arrollando con tu pica.”
273 Dijo, claro, y, blandiéndola, lanzó la pica de larga sombra,
274 y esta, viéndola de frente, la esquivó el ilustre Héctor;
275 pues se agachó viéndola venir, y le voló por encima la broncínea pica,
276 y se clavó en la tierra; mas la arrancó Palas Atenea,
277 y se la devolvió a Aquiles, a escondidas de Héctor pastor de tropas.
278 Y Héctor le dijo al insuperable Peleión:
279 “Erraste, y al final, Aquiles, semejante a los dioses, para nada
280 conocías de parte de Zeus mi destino; ciertamente lo decías,
281 pero resultaste un versero y un manipulador de palabras,
282 para que temiéndote me olvidara del furor y del brío.
283 No me clavarás la lanza en la espalda huyendo,
284 sino que atraviésame el pecho arrojándome yo de frente,
285 si te lo concedió un dios; ahora, a tu vez, esquiva mi pica
286 broncínea; ¡ojalá la cobijes entera en tu carne!
287 Entonces más ligera resultaría la guerra para los troyanos,
288 extinguido tú; pues tú eres su mayor desdicha.”
289 Dijo, claro, y, blandiéndola, lanzó la pica de larga sombra,
290 y dio en el medio del escudo del Pelida, y no erró;
291 mas salió expulsada lejos del escudo la lanza, y se irritó Héctor,
292 porque, claro, el veloz tiro inútilmente escapó de su mano,
293 y se paró cabizbajo, y no tenía otra pica de fresno.
294 Y llamaba a Deífobo de blanco escudo, bramando con fuerte voz:
295 le pedía una gran lanza, mas él no lo tenía para nada cerca suyo.
296 Y Héctor se dio cuenta en sus entrañas y dijo:
297 “¡Ay, ay! ¡Sin duda los dioses me llamaron a la muerte!
298 Pues yo estaba seguro de que el héroe Deífobo estaba junto a mí;
299 pero él está tras la muralla, y a mí me engañó por completo Atenea.
300 Ahora sí tengo cerca mío la cruel muerte, y ya no lejos,
301 y no hay salida. ¡Sin duda, pues, era esto hace tiempo más querido
302 por Zeus y por el hijo de Zeus, el que hiere de lejos, los que a mí antes
303 me protegían bien dispuestos! Ahora, en cambio, me encuentra la moira.
304 ¡Que no perezca yo sin esfuerzo ni sin fama,
305 sino tras hacer algo grande para que se enteren también los venideros!”
306 Habiendo hablado así, por supuesto, sacó la aguda espada,
307 la que pendía bajo su abdomen, grande y maciza,
308 y se abalanzó tomando impulso, así como un águila de alto vuelo,
309 que va hacia la llanura a través de las nubes oscuras,
310 para raptar o a un cordero tierno o a una trémula liebre,
311 así Héctor se abalanzó, sacudiendo la aguda espada.
312 Y acometió Aquiles, y llenó su ánimo de furor
313 salvaje, y por delante del pecho se cubría con el escudo,
314 bello, labrado, y cabeceaba con el casco reluciente
315 de cuatro cimeras; y alrededor se sacudían las bellas crines
316 doradas, que Hefesto colocó a ambos lados, amontonadas, como penacho.
317 Cual la estrella va entre las estrellas en la oscuridad de la noche,
318 el Héspero, que en el firmamento se yergue como la más bella estrella,
319 así relumbraba desde la muy aguda punta, aquella que Aquiles
320 blandía en la derecha, maquinando un mal para el divino Héctor,
321 examinando su bella piel, por dónde cedería más.
322 Todo el resto de su piel lo contenían las broncíneas armas,
323 bellas, las que le quitó al vigor de Patroclo tras matarlo;
324 pero donde las clavículas separan el cuello de los hombros se veía
325 la de la garganta, donde de la vida es más veloz la destrucción;
326 por allí al que contra él se lanzaba impulsó la pica el divino Aquiles,
327 y directo a través del delicado cuello pasó el extremo;
328 y, claro, no cortó la tráquea el fresno de pesado bronce,
329 de modo que respondiendo le pudo decir algunas palabras.
330 Se desplomó en el polvo, y se jactó el divino Aquiles:
331 “Héctor, seguro decías que abatiendo a Patroclo
332 estarías a salvo, y no me tenías en cuenta para nada a mí, que estaba lejos,
333 ¡bobo!, mas apartado de él un protector mucho mejor
334 sobre las huecas naves, yo, había sido dejado atrás,
335 que te aflojé las rodillas; a vos los perros y las aves
336 te arrastrarán repugnantemente, y a aquel le harán exequias los aqueos.”
337 Y le dijo desfalleciendo Héctor de centelleante casco:
338 “Te suplico por tu vida y tus rodillas y por tus padres,
339 no me dejes junto a las naves para que me devoren los perros de los aqueos,
340 sino que tú recibe el bronce y el oro en cantidad,
341 los regalos que te darán mi padre y mi venerable madre,
342 y mi cuerpo devuélvelo a su casa, para que a mí el fuego
343 me proporcionen, muerto, los troyanos y las esposas de los troyanos.”
344 Y, por supuesto, mirándolo fiero le dijo Aquiles de pies veloces:
345 “No, perro, no me implores arrodillado por mis rodillas ni por mis padres;
346 tanto desearía que el furor y el ánimo me incitara a mí mismo
347 a comer, despedazándola, tu carne cruda, por las cosas que me hiciste,
348 tanto como que no habrá quien de vos aparte a los perros de tu cabeza,
349 ni si diez y también veinte veces tu rescate
350 ponen conduciéndolo aquí, y prometen también otras cosas,
351 ni si ordenara arrastrar tu propio peso en oro
352 el dardánida Príamo, ni así a vos tu venerable madre,
353 colocándote en tus lechos, te llorará, al que parió ella misma,
354 sino que los perros y también las aves rapaces te devorarán todo.”
355 Y muriendo le dijo Héctor de centelleante casco:
356 “Mirándote ahora te reconozco bien, sin duda: no iba
357 a persuadirte; pues sin duda tienes en las entrañas de hierro el ánimo.
358 Ahora ten cuidado: que no resulte yo para ti un motivo de cólera de los dioses,
359 ese día, cuando a ti Paris y Febo Apolo,
360 siendo noble, te maten en las puertas Esceas.”
361 Así, claro, a él, tras decir esto, el final de la muerte lo cubrió,
362 y la vida, volando de sus miembros, marchó hacia el Hades,
363 su sino llorando, abandonando la virilidad y la juventud.
364 A él, aunque muerto, le dijo el divino Aquiles:
365 “Muere de una vez; y yo recibiré mi destino entonces, en el momento en que
366 Zeus quiera cumplirlo, y los demás dioses inmortales.”
367 Dijo, claro, y sacó del cadáver la broncínea pica,
368 y a esta la puso aparte, y él despojó sus hombros de las armas
369 sangrientas; y lo rodearon corriendo los demás hijos de los aqueos,
370 que contemplaron también la figura y el aspecto admirable
371 de Héctor; y, claro, ninguno se paró junto a él sin golpearlo.
372 Y así alguno decía, mirando a otro a su lado:
373 “¡Ay, ay! ¡Cuánto más blando está para palpar
374 Héctor que cuando quemó las naves con ardiente fuego!”
375 Así, claro, decía alguno, y lo golpeaba parándose a su lado.
376 Y después que lo despojó Aquiles divino de pies rápidos,
377 parándose entre los Aqueos anunció con estas aladas palabras:
378 “¡Oh, amigos, líderes y comandantes de los argivos!
379 Ahora que los dioses nos concedieron doblegar a este varón,
380 que muchos males hizo, tantos como ni todos los demás juntos,
381 ¡VAMOS!, en torno a la ciudad con las armas probémoslos,
382 para que conozcamos ya el pensamiento de los troyanos, el que tengan,
383 si la alta ciudad abandonarán habiendo caído este,
384 o si ansían resistir, incluso no estando ya Héctor.
385 ¿Pero por qué mi querido ánimo discurre sobre estas cosas?
386 Yace junto a las naves un cadáver no llorado, no sepultado,
387 Patroclo; y de este no me olvidaré, mientras yo
388 entre los vivos esté y mis queridas rodillas me impulsen;
389 e incluso si en el Hades se olvida a los muertos,
390 yo, por mi parte, también allí habré de acordarme del querido compañero.
391 Y ahora, ¡vamos!, cantando un peán los jóvenes de los aqueos
392 a las huecas naves regresemos, y conduzcamos a este.
393 Gran gloria hemos conseguido: al divino Héctor matamos,
394 al que en la ciudad rogaban igual que a un dios los troyanos.”
395 Dijo, claro, y contra el divino Héctor repugnantes acciones meditaba.
396 Por detrás de ambos pies taladró los tendones
397 desde el talón hasta el tobillo, y amarró correas de cuero,
398 y al carro las ató, y dejó que la cabeza arrastrara;
399 y al carro subiendo y levantando las renombradas armas
400 blandió la fusta para que galoparan y el dúo voló no sin quererlo.
401 Y una nube de polvo salía del que era arrastrado, y alrededor la cabellera
402 azabache se enmarañaba, y la cabeza toda en el polvo
403 yacía, otrora agraciada; mas entonces Zeus a sus enemigos
404 les concedió ultrajarla en su tierra patria.
405 Así la cabeza toda de él quedó cubierta de polvo; y ella, la madre,
406 se arrancaba el cabello, y arrojó el lustroso velo
407 lejos, y dio muy fuertes alaridos contemplando a su hijo,
408 y gimió lastimeramente el querido padre, y alrededor el pueblo
409 estaba poseído por alaridos y gemidos en la ciudad.
410 Y a esto era muy semejante, claro, a como si absolutamente toda
411 la empinada Ilión fuera desde lo más alto abrasada por el fuego.
412 El pueblo, claro, a duras penas contenía al anciano desesperado,
413 que ansiaba salir a través de las puertas Dardanias.
414 Y a todos imploraba rodando por el estiércol,
415 nombrando por su nombre a cada varón:
416 “Deténganse, amigos, y, aunque preocupados, déjenme a mí solo
417 que saliendo de la ciudad vaya a las naves de los aqueos.
418 Quiero suplicar a ese varón terco y brutal,
419 por si acaso respeta la edad y se compadece
420 de la vejez. ¡También él tiene un padre así,
421 Peleo, que lo engendró y lo nutrió para que les resultara una desdicha
422 a los troyanos! Y a mí especialmente más que a todos me causó dolores,
423 pues a tantos hijos me mató en la flor de la vida.
424 Por todos ellos no me lamento tanto, aunque afligido,
425 como por uno, cuyo agudo sufrimiento me hundirá en el interior del Hades,
426 Héctor; ¡ojalá hubiera muerto en mis manos!
427 Los dos nos habríamos satisfecho llorando y deshaciéndonos en lágrimas,
428 su madre, que lo engendró malhadada, y yo mismo.”
429 Así dijo llorando, y gemían con él los ciudadanos;
430 y entre las troyanas Hécabe encabezaba el sonoro lamento:
431 “Hijo, miserable de mí, ¿para qué viviré ahora, padeciendo terriblemente,
432 muerto tú, que para mí por las noches y en el día
433 eras mi orgullo en el pueblo, y para todos de provecho,
434 para los troyanos y las troyanas en la ciudad, que a ti como a un dios
435 te recibían? Pues sin duda fuiste grandísima gloria para ellos
436 estando vivo; pero ahora la muerte y la moira te han hallado.”
437 Así dijo llorando, y aun no se había enterado la esposa
438 de Héctor; pues ninguno, yendo como veraz mensajero,
439 le dio el mensaje, que su esposo resistía afuera de las puertas,
440 sino que ella una tela tejía en la parte más interna de la elevada morada,
441 doble, purpúrea, y esparcía en ella coloridos patrones florales.
442 Y mandó por la morada a sus criadas de bellas trenzas
443 que sobre el fuego pararan un gran trípode, para que hubiera
444 un baño caliente para Héctor al regresar del combate,
445 boba, y no sabía que a él, bien lejos de los baños,
446 por las manos de Aquiles lo doblegó Atenea de ojos refulgentes.
447 Y escuchó los alaridos y gemidos desde la torre;
448 y se le estremecieron los miembros, y al suelo se le cayó la lanzadera,
449 y ella de nuevo entre las esclavas de bellas trenzas dijo:
450 “Síganme aquí dos, que veré qué cosa ha ocurrido.
451 Oí la voz de mi respetable suegra, y en mí misma
452 en el pecho se agita el corazón hasta mi boca, y debajo las rodillas
453 se me traban; ¡algún mal hay cerca de los hijos de Príamo!
454 ¡Ojalá lejos de mis oídos estuvieran mis palabras! Pero muy atrozmente
455 temo, sí, que a mi osado Héctor el divino Aquiles,
456 tras separarlo de la ciudad, lo haya dirigido hacia la llanura solo,
457 y haya acabado con la dolorosa temeridad
458 que lo poseía, ya que nunca en la multitud de varones esperaba,
459 sino que se adelantaba mucho, en su furor cediendo ante nadie.”
460 Habiendo hablado así, recorrió el palacio igual a una ménade,
461 con el corazón agitado; e iban las criadas junto a ella.
462 Pero una vez que llegó a la torre y a la turba de varones,
463 se paró sobre la muralla buscando con la mirada, y lo vio,
464 arrastrado ante la ciudad; y los rápidos caballos
465 lo arrastraban despiadadamente hacia las cóncavas naves de los aqueos.
466 A ella una oscura noche le cubrió los ojos,
467 y se desplomó hacia atrás, y exhaló la vida,
468 y lejos de su cabeza se desparramaron los radiantes lazos,
469 la diadema y la redecilla y además el listón trenzado,
470 y el velo, aquel que le dio la dorada Afrodita
471 ese día, cuando el de centelleante casco la condujo, Héctor,
472 desde la morada de Eetión, después de darle incontable dote.
473 Y alrededor de ella cuñadas y concuñadas en cantidad había,
474 que la sostenían en el medio, conturbada hasta la muerte.
475 Y ella, después que por fin respiró y se juntó su ánimo en las entrañas,
476 con llanto entrecortado en medio de las troyanas dijo:
477 “Héctor, desdichada de mí; nacimos, pues, con un mismo destino
478 ambos, vos en Troya, en la morada de Príamo,
479 y yo, por mi parte, en Tebas, al pie del boscoso Placo,
480 en la morada de Eetión, que me nutrió siendo pequeña,
481 el desventurado a la malaventurada; ¡ojalá no me hubiera engendrado!
482 Y ahora tú bajo los abismos de la tierra, hacia las moradas de Hades
483 vas, y a mí, por mi parte, en pesar abominable me dejas
484 viuda en los palacios; y el niño, aun apenas un pequeño,
485 al que engendramos vos y yo, los desventurados; ni vos para este
486 serás, Héctor, de provecho, tras morirte, ni este para vos.
487 Pues incluso si de la guerra de muchas lágrimas de los aqueos huyera,
488 siempre, sin duda, esfuerzo y angustias en adelante este
489 tendrá; pues los demás le correrán los límites de sus tierras.
490 El día de la orfandad aísla al niño de los de su edad;
491 por todo tiene la cabeza gacha, y están cubiertas de lágrimas sus mejillas,
492 y necesitado se acerca el niño a los compañeros de su padre,
493 a uno tirándole del manto, a otro de la túnica;
494 y de estos, que se compadecen, alguno le arrima un poco un cuenco,
495 y humedece sus labios, mas no humedece el paladar;
496 y encima un niño que tiene ambos padres lo saca a golpes del banquete,
497 pegándole con las manos y maltratándolo con insultos:
498 ‘Fuera de acá; tu padre no banquetea entre nosotros.’
499 Y lleno de lágrimas se acerca el niño a su madre viuda,
500 Astianacte, que antes sobre las rodillas de su padre
501 solo tuétano comía y pingüe grasa de ovejas;
502 y cuando lo tomaba el sueño y dejaba de jugar,
503 dormía en los lechos, en el abrazo de su nodriza,
504 en la suave cama, colmado el corazón de delicias;
505 y ahora, tras perder a su querido padre, padecerá muchas cosas
506 Astianacte, al que llaman con ese apodo los troyanos;
507 pues solo tú les protegías las puertas y las grandes murallas.
508 Y ahora a ti junto a las curvadas naves, lejos de tus padres,
509 escurridizos gusanos te comerán, después de que los perros se satisfagan,
510 desnudo; mientras que tus vestidos yacen en los palacios,
511 finos y agraciados, trabajados por las manos de las mujeres.
512 Pero, bueno, todos estos los quemaré con ardiente fuego,
513 de ninguna ayuda para ti, ya que no yacerás envuelto en ellos,
514 sino para que ante los troyanos y las troyanas sean tu fama.”
515 Así dijo llorando, y gemían con ella las mujeres.
v5, para que esperara allí

Entiéndase, como el mismo Héctor revelará más adelante (cf. 108-110), a Aquiles, aunque la expresión en griego, como la española, no requiere necesariamente de un complemento.

INTR FORM NOTE
v6, las puertas Esceas

VER ad 3.145. Como observa de Jong, no es incidental que se trate del mismo lugar donde se produce el encuentro con Andrómaca del canto 6.

INTR MITO NOTE
v7, Peleión

VER ad 16.195.

INTR FORM NOTE
v7, Febo Apolo

VER ad 1.9.

INTR MITO NOTE
v18, una gran gloria

VER ad 1.279.

INTR CONC TRAD NOTE
v25, con sus ojos

VER ad 3.28.

INTR TRAD FORM NOTE
v27, aquella que sale a mitad del verano

Es decir, Sirio (VER ad 5.5).

INTR HIST NOTE
v29, perro de Orión

Sirio es la estrella principal de las constelación Alpha Canis Maior; aquí el poeta le atribuye el nombre porque era, todavía, el de la estrella, por metonimia, o por una simple confusión. Sobre Orión, VER ad 18.486. Leer más: Wikipedia, s.v. Canis Maior.

INTR HIST MITO NOTE
v35, enfrente de las puertas

VER ad 22.6.

INTR MITO NOTE
v40, Peleión

VER ad 16.195.

INTR FORM NOTE
v42, los perros y los buitres

VER ad 1.4, VER ad 1.5.

INTR CONC NOTE
v45, vendiéndolos

VER ad 1.13, VER ad 16.332. En 21.34-48 se presenta el caso de Licaón (que será mencionado enseguida de nuevo), capturado por Aquiles y vendido en Lemnos.

INTR CONC HIST MITO NOTE
v46, Licaón y Polidoro

Sobre Licaón, VER ad 3.333. Polidoro ha muerto en 20.407-418, donde se afirma que era el menor de los hijos de Príamo y el más querido, lo que, por supuesto, aumenta el patetismo de este pasaje (cf. de Jong, ad 46-53). Licaón menciona a Polidoro en 21.88-91, antes de morir, por lo que estos versos recogen una línea que ha atravesado los dos cantos anteriores.

INTR MITO NOTE
v48, Laótoe, poderosa entre las mujeres

De Laótoe no sabemos más que lo que se nos indica aquí y en 21.85-89, donde se afirma también que era hija de Altes (VER ad 22.51). Los intérpretes coinciden en que la evidencia es clara en el hecho de que no es una simple concubina de Príamo, sino una esposa legítima. Esto implica que el poeta concebía a los troyanos como practicantes de la poligamia, uno de los escasísimos rasgos de diferencia cultural con los griegos que se presentan (VER ad 2.872, VER ad 3.2, VER ad 3.104).

INTR FORM MITO NOTE
v51, pues una gran dote mandó con su hija

VER ad 16.178. Que Altes ofreciera una dote demuestra que Laótoe debía ser una esposa legítima (VER ad 22.48). Es peculiar que Príamo hable de ella para justificar la disponibilidad de riquezas para el rescate de Licaón y Polidoro (no hay duda de que en Troya no faltaría oro para pagarlo); debe tener razón West, Making, en que se trata de un simple recurso para introducir un excursus sobre la familia de Licaón y Polidoro.

INTR NARR HIST NOTE
v51, el anciano Altes de famoso nombre

Como su hija, Altes aparece solo aquí y en 21.85-89, donde se afirma que es el rey de los léleges, una tribu del sur de la Tróade, cuya capital Pédaso (VER ad 6.35) se encontraba a la orilla del río Satnioente (VER ad 6.34). Es curioso que no se mencionen en el Catálogo Troyano del canto 2, aunque sí en 10.429 y 20.96; dada su ubicación geográfica, es posible que esto sea porque están incluidos en los contingentes troyano o dárdano (VER ad 2.819). Leer más: Wikipedia s.v. Léleges.

INTR HIST MITO NOTE
v58, de la querida vida

Del aión, sobre el que VER ad 16.453.

INTR CONC NOTE
v62, arrastradas a mis hijas

Sobre el destino de las cautivas, VER ad 1.31. El escoliasta T (ad 62-4) asocia esta expresión con el destino de Casandra (VER ad 2.527), y no puede descartarse que el verbo aquí esté implicando la violación de las hijas (lo hace sin ninguna duda en Od. 11.580).

INTR CONC HIST MITO NOTE
v64, arrojados hacia la tierra

Es difícil aquí no pensar, con el escoliasta T (ad 62-4), en el destino de Astianacte, el hijo de Héctor, que será arrojado desde la muralla por Odiseo o Neoptólemo (la tradición no es unánime a este respecto).

INTR MITO NOTE
v66, ante las primeras puertas

Las “primeras puertas” son las puertas de la casa de Príamo que dan a la calle (la palabra griega thýre se refiriere a las puertas de las casas).

INTR HIST NOTE
v66, los perros

VER ad 1.4, pero, como se verá enseguida, estos perros no son los animales tópicos, sino que se trata de los que Príamo mismo crio en su propia casa (VER ad 22.69).

INTR CONC NOTE
v72, tras ser asesinado por Ares

O bien “tras ser asesinado en la guerra”, dado que la palabra griega áres alude al dios y a aquello que personifica (VER ad 2.110).

INTR CONC MITO NOTE
v80, soltando el pliegue de su vestido

El vestido de las mujeres homéricas era aparentemente simple, con un “peplo” o túnica que se abrochaba sobre el pecho o el hombro (VER ad 3.228), complementado por una faja sobre la que se dejaba caer el excedente de tejido, formando los “pliegues” de los que se habla en este verso (cf. Leaf, app. G, §5 y cf. la fig. 13 en “The World of Homer”, donde la línea en la mitad de la túnica es el pliegue, no el final de una prenda superior). Se entiende que Hécabe suelta uno o todos los broches que sostienen el vestido para exhibir su seno, y la tela cae hacia delante. El gesto tiene paralelos no solo en la tradición griega (VER la nota siguiente), sino también en otras culturas (cf. Richardson, ad 79-81).

INTR HIST NOTE
v87, te lloraré en tus lechos

La alusión es a la próthesis o primera parte formal del rito funerario, en la que el muerto es llorado por sus parientes en su casa. La próthesis de Héctor ocupa todo el final del poema (comenzando en 24.719-720, donde llevan su cuerpo al palacio y lo acuestan “en los lechos”). Leer más: EH sub Lament.

INTR HIST ESTR NOTE
v89, los argivos

VER ad 1.79.

INTR FORM NOTE
v96, teniendo un furor inextinguible

VER ad 1.103.

INTR CONC NOTE
v100, Polidamante

VER ad 11.57.

INTR NARR MITO NOTE
v105, me avergüenzo

Lit. “siento aidós”, un concepto sobre el cual VER ad 1.23.

INTR CONC NOTE
v105, de largos peplos

VER ad 3.228.

INTR HIST NOTE
v111, depongo el repujado escudo

El escudo de Héctor está apoyado contra la muralla, pero el gesto de depositarlo en el suelo debe tener valor simbólico (cf. de Jong, ad 111-13), señalando la intención de no luchar.

INTR NARR NOTE
v126, desde la encina ni desde la piedra

Una frase cuyo sentido preciso no es en absoluto claro para nosotros (cf. las discusiones en Leaf; West, Th., ad 35; y Ready, 55 n. 92, con referencias adicionales), pero de cuyo carácter proverbial no hay duda. La expresión aparece en épica arcaica solo aquí, en Od. 19.163 con un valor que no puede ser el del presente pasaje (“no has nacido de la encina ni de la piedra”), y en Hes., Th. 35, donde, como este caso, parece referirse a hablar de cosas inútiles, triviales o irrelevantes. Si hay algún punto de contacto, quizás se halla, como observa CSIC (ad 126-128, siguiendo a los escoliastas), en el mito del origen primitivo del hombre en piedras arrojadas (cf. también SOC, ad Od. 19.163): el sentido del proverbio en el pasaje de Odisea sería así claro (los hombres ya no nacen de piedras), mientras que en este y el de Hesíodo habría que interpretar algo como “hablar de cosas fantasiosas, irreales o lejanas”. Richardson (ad 126-128) observa, más allá de esto, que, dado lo que sigue, al menos el lector moderno asocia la expresión con una escena de amor pastoral.

INTR FORM GRAM NOTE
v130, el Olímpico

Zeus, que es siempre el referente cuando la palabra se utiliza en singular.

INTR FORM NOTE
v132, Enialio

VER ad 2.651.

INTR MITO NOTE
v133, el fresno del Pelión

VER ad 16.143.

INTR HIST MITO NOTE
v137, esperar allí

Es importante recordar que no hay indicio alguno de que huir de un enemigo más poderoso sea una afrenta en la concepción homérica (VER ad 4.505), por lo que no hay nada deshonroso en la reacción de Héctor aquí. Esto, por supuesto, no va en detrimento del profundo patetismo de la escena (cf. de Jong, ad 138-207, que observa también que la mirada de los dioses ennoblece al troyano).

INTR CONC FORM NOTE
v145, la higuera

VER ad 6.433.

INTR MITO NOTE
v148, del turbulento Escamandro

VER ad 2.465.

INTR HIST MITO NOTE
v164, o un trípode o una mujer

El trípode es, por supuesto, un pequeño mueble de tres patas, en Homero siempre utilizado para colocar un caldero encima para calentar agua. Se trata de un objeto cotidiano, pero que a menudo, por su decoración o por sus materiales, funciona como objeto de lujo. En la Grecia histórica, además, eran utilizados en rituales religiosos y oraculares (cf. Wikipedia, s.v. Sacrificial tripod). De hecho, un trípode y una mujer son el primer premio en la carrera de carros en 23.262-263.

INTR HIST MITO NOTE
v164, en honor de un hombre muerto

Los juegos atléticos en la Grecia antigua se consideraban siempre originados en el culto de alguna figura caída (cf. CGH sub “Athletic competition”); en la épica, es regular que los funerales estén acompañados de competencias (el canto 23 de Ilíada es el ejemplo más evidente).

INTR HIST MITO NOTE
v169, veo con mis ojos

VER ad 3.28.

INTR FORM TRAD NOTE
v172, en lo más alto de la ciudadela

Es decir, en la acrópolis, donde estaban los templos de los dioses (cf. 5.444-446 y 6.88). En 6.257 Hécabe sugiere que Héctor puede suplicar a Zeus desde lo más alto de la ciudad, lo que implica que el dios debía tener un templo ahí.

INTR HIST MITO NOTE
v177, Atenea de ojos refulgentes

VER ad 1.194, VER ad 1.206.

INTR CONC MITO INTP NOTE
v178, rayo brillante, nube negra

VER ad 1.397. “Rayo brillante” es un epíteto algo menos habitual que “nube negra”, pero evidentemente responde a la misma lógica de asimilación entre un dios y el fenómeno que domina.

INTR FORM MITO NOTE
v183, Tritogenia

VER ad 4.515.

INTR FORM NOTE
v187, Olimpo

VER ad 1.18.

INTR MITO NOTE
v187, de un salto

VER ad 2.167.

INTR CONC NOTE
v194, las puertas Dardanias

VER ad 5.789.

INTR MITO NOTE
v202, Cómo habría escapado

Una de las únicas tres preguntas retóricas en boca del narrador en la poesía homérica; las otras se hallan en 17.260-261 y Od. 22.12-14, el segundo caso comparable a este en que se encuentra en un punto climático de la historia, como señala Richardson (ad 202-4). “El efecto de esta pregunta retórica es complejo: en primer lugar, responde a una pregunta que a esta altura puede intrigar a los narratarios: ¿cómo es posible que Aquiles, el corredor más rápido de todos, no pueda alcanzar a Héctor? En segundo lugar, añade pathos a la situación (…). Finalmente, la asistencia de Héctor suma, en el modo usual de pensamiento arcaico, a su gloria: los dioses solo ayudan a quien merece que lo ayuden [VER ad 4.390]. La mención de Apolo (…) además prepara su salida dramática en 213” (así, de Jong, ad 202-4).

AVAN NARR FORM NOTE
v202, los espíritus de la muerte

VER ad 2.302.

INTR CONC FORM NOTE
v212, y se inclinó el día fatal de Héctor

El destino más pesado es el que está destinado a cumplirse, y Leaf recuerda adecuadamente la imagen en la mitología egipcia del pesaje de los corazones por Osiris después de la muerte.

INTR MITO NOTE
v221, portador de la égida

VER ad 1.202.

INTR FORM MITO NOTE
v227, asemejándose a Deífobo

Sobre los disfraces de los dioses, VER ad 16.716. Deífobo es hermano legítimo de Héctor y un personaje importante en el canto 13 del poema, donde combate contra Meriones e Idomeneo. Será el tercer esposo de Helena tras la muerte de Paris. Menelao lo asesinará durante la toma de Troya. Leer más: EH sub Deïphobos.

INTR CONC MITO NOTE
v234, Hécabe

VER ad 6.251.

INTR MITO NOTE
v305, para que se enteren también los venideros

VER ad 2.119. Merece notarse, sin embargo, que la última vez que una expresión similar aparece en el poema está en 6.358, en boca de Helena y dirigida a Héctor. La respuesta de este en aquel momento ignora el comentario y se concentra en los problemas inmediatos: salvar a la ciudad y encontrarse con su esposa ante la posibilidad de no volver nunca. La relación entre los pasajes es muy clara, y aumenta el patetismo del presente.

INTR CONC NARR FORM NOTE
v318, el Héspero

Venus, el segundo objeto más visible en el cielo nocturno después de la Luna. Los griegos distinguieron su aparición matutina y vespertina como dos astros distintos hasta algún punto del periodo arcaico (cf. D.L. 9.23, que atribuye el descubrimiento a Pitágoras o a Parménides). Esta es su única aparición como Lucero de la Tarde en Homero, pero el Lucero del Alba aparece en 23.226 y Od. 13.93-94. Que sea la estrella de la tarde en la oscuridad de la noche la que se encuentra en este pasaje no puede sino leerse (con de Jong), como un símbolo del hecho de que el tiempo de Héctor está casi acabado.

INTR NARR HIST NOTE
v325, la de la garganta

I.e. “la piel de la garganta”. La secuencia es tan difícil en el griego como en la traducción (VER Com. 22.325).

INTR NARR NOTE
v342, el fuego

Sobre el rito funerario épico, VER ad 1.52.

INTR HIST CONC NOTE
v359, Paris y Febo Apolo

La versión estándar de la muerte de Aquiles (VER ad 1.7), pero en otras solo el dios interviene (cf. Esq., fr. 350 Nauck; Sóf., Fil. 334-335; Eur., Andr. 1108; Hor., Odas 4.6, 1-8; Higino, Fáb. 107, I; Quinto de Esmirna, 3.60-66), y en algunas solo Paris (Eur., Andr. 655 y Héc. 387-388; Plut., Mor. 742B y Comp. Lis. Sil. 4.3).

INTR MITO NOTE
v391, cantando un peán

Sobre el peán, VER ad 1.473.

INTR MITO CONC NOTE
v406, arrojó el lustroso velo

Removerse el velo e incluso romperlo es un gesto funerario femenino típico; cf. Llewellyn-Jones (2003: 304), con lugares paralelos, que observa que se trata de parte de la inversión de la conducta habitual que corresponde al lamento, dado que la expectativa en una situación regular era que las mujeres aparecieran veladas en público. Aquí, además, el gesto de Hécabe anticipa el más desarrollado de Andrómaca en 468-472. Leer más: Llewellyn-Jones, L. (2003) Aphrodite’s Tortoise. The Veiled Woman of Ancient Greece, Swansea: The Classical Press of Wales.

INTR NARR HIST NOTE
v413, las puertas Dardanias

VER ad 5.789.

INTR MITO NOTE
v437, la esposa

Andrómaca, que no es llamada por su nombre en toda la escena, sobre la que VER ad 6.371.

INTR MITO NOTE
v443, un gran trípode

VER ad 22.164.

INTR HIST MITO NOTE
v460, igual a una ménade

Las ménades son figuras femeninas asociadas al culto dionisíaco. El término abarca a mujeres reales en un estado de trance frenético en el que corren semidesnudas por las calles o los bosques, y a personajes mitológicos que constituyen la versión literaturizada de estas mujeres y ritos. El alcance del término en la época de Homero no es sencillo de definir, dada la ausencia de evidencia, pero es dable asumir que la referencia es al estado de frenesí durante los rituales de Dioniso. Leer más: Wikipedia s.v. Maenad.

INTR HIST MITO NOTE
v472, la morada de Eetión

VER ad 1.366.

INTR MITO HIST NOTE
v479, en Tebas, al pie del boscoso Placo

Sobre Tebas, VER ad 1.366; sobre el Placo, VER ad 6.396.

INTR HIST NOTE
v506, al que llaman con ese apodo los troyanos

VER ad 6.403.

INTR FORM MITO NOTE